" Por lo pronto hay que diferenciar el concepto de no terminado (tarea no concluída) de el no descripto cabalmente (en todos sus detalles), y del trunco, incompleto (carente de alguna parte esencial). Por último, no hay que equiparar el juicio de lo inconcluso con el de calidad o validez estética : una obra inconclusa puede aveces valer tanto o más que una terminada.
El término adquiere un significado distinto y también obedece a diversas motivaciones, según venga del artista o del contemplador.
Para el artista, es el dictamen que se emite en uno (el último) de los momentos en que en su conciencia estética se enfrentan la idea o imagen interior con lo realizado y sus posibilidades ulteriores de realización. Este juicio representa su punto de vista y su balance con respecto a lo comunicable y a lo perfectible de un mundo que le es exclusivo y al cual él únicamente tiene acceso.
Para el espectador el juicio se basa, en cambio, en el encuentro del objeto tal como él lo percibe y una imagen o esquema anterior, intelectual y sensible, que espera encontrar. Por tal motivo resulta más fácil juzgar sobre lo inconcluso de las obras de arte antiguas, en las que la figuración obedece a cánones preestablecidos y a principios de coherencia formal ya asimilados ; que sobre el arte actual …
La interrupción del trabajo, decidida por el artista en el momento autocrítico de la ejecución, tanto puede responder a insatisfacción o a reconocimiento de impotencia, como al convencimiento de haber logrado lo expresable. En tal caso, lo que a los demàs puede parecer inacabado (inacabado en relación a la función presuntamente mimética de una imagen), corresponde en realidad a una terminación a otro nivel, o si se prefiere, a otra perfección. El cansancio, el agotamiento del ímpetu creador, la ofuscación, o el reconocimiento de errores insalvables cometidos, también pueden ser motivos para suspender o diferir la prosecución de la obra.
El trabajo interrumpido involuntariamente nos enfrenta con una obra que no siempre ha superado el proceso de reflexión que acompaña en sus etapas y, en diversa medida, la realización ; puede documentar el momento en el cual el artista todavía no se ha decidido por una solución entre las múltiples que se le plantean en el curso de la constante dialéctica entre intuición y cultura, o individuo y sociedad. El artista debe en efecto realizar su obra mediante la selección y organización de signos o fórmulas icónicas diversamente asimiladas, es decir, inventadas, adquiridas o elaboradas.
Aquí, en este conjunto de obras inconclusas y de gestos no exhibidos, será quizás posible encontrar las expresiones más puras y espontáneas, menos contaminadas, descubrir los procesos de elaboración del lenguaje peculiar del artista. En la complejidad de los elementos superpuestos, aceptados, corregidos o rechazados, en su soltura, decisión o titubeo formal, en la ambigüedad de su presencia, será quizás posible intuir el planteo de los problemas que el artista se propone a sí mismo en busca de una solución ; analizar la continuidad o la fractura en el modo de operar, el enfrentamiento conciente con el ámbito cultural, el ejercicio de la autocrítica ; sopesar a través de la organización de los signos o de la indefinición relativa de la imagen lo presente y lo manifestado de una visión interna y anterior.
La reflexión sobre lo inconcluso se nos ofrece como un valioso instrumento auxiliar apto para investigar las raíces más profundas de una personalidad, y llegar a su definición e inserción en la historia."

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Juan Corradini, en El desafío de lo inconcluso. Catálogo de la exposición “Obras del taller de Miguel Diomede”, Fundación San Telmo, Buenos Aires, abril-mayo 1981 (se mostraban un centenar de obras que habían quedado en el taller del pintor luego de su fallecimiento, ninguna firmada y por ende, posiblemente no terminadas)