Pastas con salsa de nuez

Yo tengo muchos recuerdos de Pipo; pero son tal vez demasiado "domésticos" como para que merezcan la pena ser publicados.
Lo que me asombra, al leer los testimonios de otros, es el enorme respeto y reconocimiento que trasunta todo lo que han escrito.... porque sintiendo lo mismo que los demás por él, ¿cómo pude haber sido tan caradura, en mi época de estudiante, como para haber logrado con mis amigas Y. y M. que Pipo nos invitase a almorzar a su casa?.
Cuando lo tuvimos de profesor en « Sistemas », en el año 1980, en la Pueyrredón, fuimos -al igual que muchos- estableciendo un vínculo. No sé cómo nos animamos y poco a poco empezamos a joderlo con que queríamos conocer su trabajo, con que nos tenía que invitar a su taller ; así, insistiendo e insistiendo, al final lo logramos.
Creo que cuando nos dijo que « bueno », que fuésemos a su casa, un domingo, a almorzar, recién caímos en la cuenta de que era demasiado desubicado de nuestra parte.
Nosotras habíamos llevado la bebida (vino tinto por supuesto) y él había cocinado -¡Cocinado para nosotras!- unas riquísimas pastas con salsa (ahí aprendí, entre otras cosas, a agregarle nueces a la salsa de tomates).
Tocamos el timbre (en la calle Donato Alvarez), y no miento si digo que teníamos cierto temor. Después de haber estado tan caraduras, nos daba mucha vergüenza estar ahí, en lo del MAESTRO.
Pipo atendió la puerta, hosco, con cara de pocos amigos -como siempre al principio-, nos hizo pasar, nos mostró su casa, el patio, y una vez en la cocina nos atendió como un duque.
Después se fue aflojando, almorzamos, charlamos ; pero más que nada lo escuchamos, cuando él empezaba a hablar, nada nos maravillaba más que escucharlo. Así fue pasando el tiempo, y en un momento le dijimos :- Bueno, ¿nos va a mostrar sus trabajos?. Y ahí, nos abrió su taller, quilombo de telas y más telas, de pilas y pilas de blocks. Nos mostraba las pinturas diciendo que estaba todo sin terminar, pasábamos las hojas de los blocks y nos emocionábamos de ver esas maravillas, no nos alcanzaban los ojos, ni la capacidad de almacenamiento de imágenes, para retener todo. Creo que las tres estábamos desesperadas por ver, imaginando que era "ahora o nunca". Mirábamos en silencio, y él, como si fuera algo normal, seguía mostrándonos trabajos, nos dejaba agarrar los blocks o que moviéramos las telas a piacere para ver las que estaban detrás …¡UN LUJO !
Esa tarde, nos fuimos con una enorme felicidad y, como si se hubiese tratado de un pacto entre nosotras tres, jamás contamos esta historia a nadie.
¿Por qué cedió a nuestro pedido?, saco cuentas y en ese momento, Pipo, tenía más o menos la misma edad que nosotros ahora. En aquel entonces nosotras teníamos 22 ó 23 años, creo que le caíamos bien, (él era de una personalidad muy seductora, con todos, más allá de las edades, sexo o religión), le salía así, no sé, se habrán combinado los astros con nuestra juvenil "simpatía". Quizàs nos veía inofensivas respecto de sus aprensiones con la gente del « ambiente », éramos bastante lindas y divertidas (modestia aparte), quizás haya percibido que nuestro interés en ver sus obras era genuino, y se animó a "mostrarse".

Desde esa vez, nunca volví a su taller, él me decía que « ya estaba », que tenía que trabajar por mi cuenta. Me colé algunas veces cuando daba clases de dibujo en el taller de Mural en la Escuela de la Cárcova (entraba colada con su complicidad, ya que yo había egresado de allí en el '84), y mi relación con él siguió siendo sobretodo de reuniones sociales.

Durante mucho tiempo alquilamos taller con otros amigos, el primero fue en la casa de P., un amigo de Pipo, que nos hizo de intermediario. Ahí, en otra pieza, estaba Travieso, que al contrario de Pipo, cada tanto nos llamaba para que viéramos sus pinturas ... me acuerdo que ya habíamos pagado el primer mes y no terminaban de vaciarnos el cuarto para que pudiéramos trabajar, y Pipo decía: - ¡Es la mujer, que es una bruja, ella es la que maneja el dinero, lo controla a P. todo el tiempo !- lo decía de ese modo tan gracioso que tenía, y por lo que uno no sabía si hablaba realmente en serio o no.
Después tuvimos otro taller, más grande, en la calle México, y después de ocho años, nos mudamos a otro en la calle Cochabamba (Paco también alquilaba con nosotras). En estos talleres, además de trabajar mucho, hacíamos muchas fiestas, reuniones, guitarreadas. Pipo, cuando aceptaba venir, era nuestro invitado de honor, y era la gloria para nosotros.

En una parte de los comentarios en la página, hablan respecto de sus problemas en la vista, y eso me hizo acordar que más de una vez Pipo me decía:- ¿Nunca probó pintar sin ponerse los anteojos? ¿Cómo ve si se los saca?- yo le decía que veía como fuera de foco, ya que siempre tuve bastante astigmatismo. Pero él me insistía:- ¡Pruebe, pruebe, a ver si sale algo interesante !
Hoy pienso que ese experimento que me aconsejaba quizás él lo conociese, que tal vez él lo hacía alguna vez cuando pintaba. Pero por otra parte, yo le mostraría semejantes mamarrachos, que quizás, lo que él quería, era salvarme instándome a trabajar sin ver un carajo. Cuando me acuerdo de los desastres que le presentaba me pregunto cómo hacía para siempre encontrar, aunque solo fueran, dos centímetros de pintura, para rescatarlos y darle ánimos a uno para seguir trabajando …
Bueno, no quiero abusar con mis historias ; pero me parece que por ahí puede gustarles esto que les cuento de il grandioso Pipo!

A




1  2  3  4  5  6  7  8  9  10  11  12
 
 
 

 




Testimonio de A., alumna de la Escuela Prilidiano Pueyrredon en los '80.