Recuerdos del Maestro



Una vez vino Pipo con su cámara vertical, con entusiasmo nos invitó a sacar fotos por el barrio. Carlos García y yo accedimos felices. Caminamos por Villafañe hacia el río, la calle empedrada estaba encajonada por altas veredas que escapaban de las crecidas. Una serie de depósitos y fábricas abandonadas se disponían a ambos lados; soledad y el recuerdo de otra época.
Caminábamos en silencio como quien cruza lugares extraños de una larga expedición; el encanto no había que romperlo y eso se lo entendimos. Al llegar al río la atmósfera se despejó, la luz llegaba más plena y también el olor a gasoil. Ese aire del río y la promesa de un horizonte lo exaltaba. Rápidamente se acercó a la orilla, miró los barcos de arriba-abajo, se agachó y se alejó; miraba por su cámara y exclamaba : - " ¡¡ Buenísimo !! " - y con su dedo señalaba haciendo un círculo que contenía la posible foto - " ¡Vea, vea!; el barco gris, qué bien funciona con ese otro color óxido detrás, y mire, si lo desplaza y pone un poco del verde de esa bandera... ¡Buenísimo! pero hay que pronunciar esa diagonal, la sombra la continúa... " - y así comenzaba.
Nosotros intentamos ver por su cámara pero rápidamente nos dimos cuenta que era imposible. La cámara se movía a su ritmo, se desaplazaba como persiguiendo un cuadro efímero que se armaba y desarmaba, reapareciendo en otro lugar. No paraba de hablar, de ver, de componer. Se maravillaba como si le mostraran el mejor de los tesoros. Pocos eran los resplandores que veíamos con García; nos esforzábamos para no quedar enganchados en un ancla o perdernos entre las tensiones de las sogas; él seguía y nosotros detrás. Así fuimos bordeando el río por Pedro de Mendoza. De a poco comenzábamos a entender, a ver más. - " No pretenda mañana venir a pintar esto " -, me dijo irónico, adivinando mis intenciones: - " No por supuesto "- respondí, tratando de entender si se refería a mis limitaciones o por tratarse de una idea suya. En otro momento me desliza: - " Sería interesante volver dentro de una hora " - . Ahí entendí; el mensaje era otro ("si viene mañana nada de esto estará, porque la luz habrá cambiado").
La caminata terminó en la Vuelta de Rocha. A decir verdad pocas fueron las fotos que sacó. Con Carlos estábamos exhaustos. El tuvo la idea de ir al bar de la esquina, frente al río. La conversación continuó por largo rato, pero yo sólo tenía la sensación de haber hecho una caminata iniciática y que ahora veía de otra forma, con los ojos de un pintor.

Tiempo después me gustó pensar que lo de las fotos había sido solo un pretexto para darnos una más de sus inolvidables clases.

 




 
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Francisco Freixas