En los años 1984 – 1985, Ferrari, le había ofrecido a Juan J. Cano la posibilidad de utilizar como taller una pieza que había en la terraza de su casa de la calle Juan Bautista Alberdi, cerca de Primera Junta.
Le dio las llaves : - « Usted viene, trabaja ; venga cuando quiera, no hay ningún problema, se hace mate, se sirve … » -
En todo el tiempo en que Cano fue a trabajar allí, nunca entró sino a la cocina : - « Pipo dejaba todo abierto, jamás me asomé al taller. Sabía que a él no le gustaba. Era un lugar como sagrado. » -
Entre los papeles de Ferrari, encontramos esta carta, de aquella época.
Maestro :
Mientras tomaba unos mates observando el estante, descubrí porotos rojos labrados cuidadosamente por gorgojos, ya hay varios trabajadores « fiambres », se vé que no estaban tan buenos, y el 50 % de los colorados leguminosos calados.
Creo aconsejable por lo menos sacar los muertos y darle debida sepultura. No sea cuestión que se infecten los porotos restantes (y/o contaminarse los gorgojos vivos).
Acabo de descubrir su faceta ecologista. Sin embargo no me parece correcta la ocurrencia de ingerir las legumbres en aparente buen estado.
Estimo aconsejable hacer un correcto paquetito y tirarlo al carajo.
Lo dejo a su criterio, Maestro.
Imagino su sorpresa si un día de este crudo otoño, a medio despertarse, entra en el santuario del Toro Bolita (cocina) y se encuentra con un reducido grupo de gorgojos tomando mate.
J. J. C.
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