Los muebles eran pocos y todo entró sin mucha dificultad en la camioneta grande. Tenía ganas de instalarse en la casa nueva, pero antes quería hacerle una "limpieza" como se hace en el Norte. Nunca supe hasta qué punto, Pipo, creía en el mundo esotérico. Pero lo irracional en él, era parte de lo cotidiano al igual que su espontánea generosidad.

Tiempo después, por fin, sí pude ver una pintura suya; era un cuadro grande, donde un motociclista, enfundado en su campera y casco daba una carrera descontrolada, persiguiendo polillas de todos los tamaños y colores.





 
 
 
Francisco Freixas

La casa de la calle Alberdi 1112 en Primera Junta.