Recuerdo


Hoy me doy cuenta que nuestra relación cambió a medida que empecé a elaborar un proyecto de trabajo que lo había entusiasmado mucho. Recuerdo que por ese tiempo, en un momento, insistía para que fuese a su casa a buscar viejos estudios que tenía y decía eran sin interés. -"Son telas buenísimas, le pueden servir !!"- e inmediatamente pasaba a explicarme -"... Usted las saca del bastidor y sumerge la tela en el agua, dejándola un par de horas, repite esto un par de veces ..."- detallándome el proceso a seguir para levantar la pintura y poder utilizar nuevamente la tela, el soporte :-"Son telas buenísimas !"-. Una vez me llamó un sábado por la tarde para esto. El me llamó !! Lo que para mí era considerado como un honor. Yo creo que es como que no quise o no pude escuchar. Cómo no me dí cuenta? por demasiado joven o demasiado idiota. Qué estaba inconcientemente queriéndome decir ofreciéndome sus viejos estudios para que yo, en cierto modo, borrase, limpiase y pintase los míos? Pintar por sobre sus trazos aun presentes?. "Sumergirlos en el agua", "levantar la vieja pintura", -"Son telas buenísimas !!"-. Como si de un modo oculto detrás de la anécdota y el pretexto de los costos o la total ausencia de buenos materiales, estuviese ofreciéndome, en realidad, las bases, la estructura, el soporte sobre los cuales él había trabajado. Como quien lega algo. Como él a su vez habría recibido, o habría querido recibir? Restaba importancia a su don: -"Son viejos estudios ..."- Serían de cuando él tenía la edad que yo tenía en ese momento? Cómo no fui? Cómo no acudí inmediatamente a su llamado? No sabía acaso que yo jamás hubiese aceptado esas telas? o que si me las hubiese llevado hubiese sido para guardarlas? Para los pintores "una tela" es también "una pintura". -"Son telas buenísimas"- me había dicho. Cómo no lo entendí? Qué hubiésemos sellado en ese intercambio? De qué, quizás lo hubiese liberado? Porque de haber ido, lo que no me perdono de no haber hecho, me hubiese mostrado eso viejos trabajos, que seguramente eran de gran interés, se lo hubiese dicho, y él comenzado inmediatamente a criticarlos, no destruyéndolos sino rehaciéndolos, entonces hubiésemos discutido, pasado a otra cosa, a otros períodos a otras pinturas... No fue su manera de decirme que quería mostrarme sus trabajos, hablar de ellos, hablar de sí, revisitar su juventud, compartir experiencias y recuerdos?
Su enorme pudor le impedía decir :"quiero mostrarle unas pinturas", "quiero mostrarle lo que estoy haciendo". El pudor de su talento, un talento que lo alejaba de nosotros, que lo condenaba a la soledad.


Por un lado porque sabía que lo que hacía era muy bueno. Y era esa conciencia que le impedía compartirlo, su talento lo alejaba de los otros, lo dejaba solo.
Su terrible ideal del Yo, o su Yo ideal, o como quiera llamársele, también se lo impedía, para ese otro Yo querer mostrar no era vanidad? Y no era aún mayor vanidad imponerse no hacerlo? Dominado y en lucha con ese Yo ideal que quizás fuese tan imponente que pasase a ser autodestructivo.

Y si en realidad no hubiese nada? O si no fuesen sino sueños que al contacto del aire se desvanecieran?
Al contacto del aire, de la sociedad, de las galerías, de los precios. Al contacto de las miradas, las ambiciones y los celos. Y porqué exponer, porqué dar también esto? No les doy ya todo lo que tengo? Porque dar lo único que me queda?
Su trabajo era su mundo privado, un mundo privado, íntimo, que no parecía tener que ver con su aspecto público. En público era una fiesta, inagotable, conversador, contagiando entusiasmo. Pero en privado era moderado, trabajando a media luz, tocando sonatas barrocas en su violín, enfrascándose en sus lecturas, en libros que creíamos imaginarios: "El significado musical de los animales símbolo", o escritos en idiomas que apenas conocía y descifraba con la ayuda de diccionarios.




 
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Fernando X. González